lunes, 27 de diciembre de 2010

MIMBRE

He perdido el sereno afán de amarte
en parte que yo inventé sin tu consentimiento.
De pronto desaparece todo.
Libros, brazos, azul cielo, alas postizas…
Desaparece la música del arado
Desaparece la sombra de agua
que dibujaba nuestro almendro
que hendida como una mirada íntima
tocaba mí sangre de pez.
No tengo era, ni mies que aventar
ni raíz.

Si me miras un instante desde tu gélida entraña
rozándola apenas, transparente de auroras
que me envuelven como si yo sólo fuera eso
escamas  de papel.
Si me miras
con aquella seguridad de tus ojos trémulos de pájaros
incapaces de embellecerme entonces
Sentirás el dolor con el que tu ausencia me doma

Tú el que daba a mis ojos
la levedad de rocío con aquel signo
Cernida suavemente en tus labios,
en el húmedo y estancado aire que arabas
Pasear por tu pecho florecido de piedades
inmersa en tu costal,
ganada con mi sangre desprovista de cielo
y con mi corazón fácil de deshacer, mejor
de atravesar.
¡Criatura de mimbre!
En verdad no puedo decir
digna de posarme en la luna…
Nada,…cosas mías, verdaderamente mías
Que ¡ay! Nadie posee ahora

He perdido, ante delicadísimos vuelos
imposibles de  negro y blanco
balandros de frágil pluma
en los que se acuna esta tarde de verano
Después más erguida que las hábiles flores 
Zurcidora de  tierras o papeles
Hacedora de ángeles flacos y cielos firmes.

De todo cuando poseí serenamente entre mis dedos
Capaz de transmutar o dispuesta a hacerlo en luz.
De nada vale conservar la amargura del desalojo

No estás. Al perderte, en ti desaparece la tierra
Y otra vez vuelvo a mis huesos faltos de sal
Invernaderos de neón me aguardan



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