domingo, 22 de agosto de 2010

Leal es la herida que inflige el amigo”
Proverbios 27:6.


…nadie es preciso en su elección al momento de hacer, … y mucho menos es preciso en sus juicios…



Dante en “El Convivio” señalaba la existencia de cuatro niveles de interpretación del texto poético, que van desde el literal, hasta el místico, pasando por el retórico y el filosófico. De ahí que la poesía, o lo que los críticos tienen a bien llamar poesía, venga dotada de una doble oscuridad que es necesario señalar y conocer, aunque dicha duplicidad sea incomunicable, propiedad exclusiva de cada lector. La primera sería la oscuridad de lo místico o anagógico: esta es la oscuridad del silencio, de lo intransferible: de aquello que nos devuelve a los orígenes del logos al anularlo. La segunda, la oscuridad de la estupidez, es decir, aquella que proviene del hacer de la oscuridad un método, cuando no tiene nada que decirse. Y es ahí donde el lector hace su apuesta, si leal al espíritu de engreimiento que posee la época elige la obscura estupidez, o si por el contrario asume el riesgo de perder realidad, y enfrentarse a niveles de verdad no ordinarios de la mano alada del poema.

Como bien sabía Louis Aragón, el poema no depende del método empleado al escribirlo pues cualquiera puede escribir estupideces usando métodos surrealistas o románticos, e incluso negándose a tener método alguno y remitiéndose a la vieja, y siempre vigente y necesaria inspiración…Y como la verdadera inspiración nada tiene que ver con lo que llaman sensibilidad, ese alarde de adjetivos, interjecciones y lugares comunes adobados con alguna que otra lágrima por lo general mentida, naciendo en cambio de la memoria y el deseo…Y sin embargo, vemos como pululan los “inspirados”, los “sensibles”, mientras asistimos a la dolorosa extinción de los poetas: métodos de dura retórica suplen la visión y la magia, y la voz del bardo invocada por Blake, es apenas mercancía en las tribunas del espectáculo que niegan la historia de la poesía, su intemporalidad, lo que de vínculo con lo sagrado tiene la tradición poética de occidente. La poesía… es obscura, porque se niega a ser estúpida, porque abandona el método y vuela sola e inmóvil, como el canto del chamán: lo incomprensible es el código al que se traduce el milagro de la vida: imagen tras imagen

Porque ahora lo comprensible, lo fácil y el aplauso van de la mano, la obscuridad del místico, se convierte en rebelión y resistencia contra los mercaderes del sentido, los banales traficantes de significados manidos: “¿Si estás aquí/ la libertad no existe?” Es la oscuridad que canta la necesaria presencia del otro, el centro del mundo restaurado en forma de silencio.

“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.” Esto dice Santiago 1:22. Exhortación válida en estos tiempos en que la belleza es algo que sucede afuera de nosotros, y a lo que se accede por simple imantación: moda, lugar común o confusión. Pero hacedores de la palabra, es decir lectores, podemos atravesar el mundo y encontrar la poesía en toda manifestación del hombre, en toda sincronicidad, en toda visión: hacer de la belleza carne y sangre, asombro que nos acompaña siempre y no sólo de modo incidental de un estímulo artístico.

Daniel Ricardo Jiménez Bejarano.
Yermo de Nuestra Señora.
http://www.enfocarte.com/5.26/jaramillo.html
Mayo y 2001.

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