Soy, tan mayor que el
viento ladra mi nombre.
No voy a preguntarte
por la lluvia o por el miedo
Todo es dentro, demasiado
para un sueño.
¡Que nadie hable!
Me atormenta su cuchillo, sus arterias cortadas con
insignificante,
anónima sobriedad.
anónima sobriedad.
Vano lecho
Tenemos la noche
turquesa, grande que no termina.
El agua de mi fuente, de
quien comprende cómo es ahora.
Y para recordar por
qué más unidos y cercenados.
Que nadie diga nada más.
¿Era mano que el amor destierra?
De qué extraño azul eres. Conciencia, diferente e inventada.
Tus párpados exhalan mármol,
fragantes
de nidos, habitados de invernadero.
Tú, él, ángel como yo.
Sí, se nos acaba la
certeza.
y no la que tengo yo.
Toda la que arropan los copos de nieve sobre mi cabeza.
Sé que te has de ir de mí, otra vez
Toda la que arropan los copos de nieve sobre mi cabeza.
Sé que te has de ir de mí, otra vez
Sé no gritar sombra celosa sobre la tierra que abono,
que se hunde en el lloro de
espejos opacos, flor de piedra.
Mientras al jardín estéril de azucenas y lirios,
serena desventura,
perdida de mi
soledad, y de mi silencio de cálamo, me retiro.
Espera, más que
verdear, que florear y que frutar.
Que se cayeron en él los extraños pétalos del árbol del invierno.
Ha sido más que en mí sin espada, sin nada:
melenas, grito ardiente, cosmos,
Ha sido más que en mí sin espada, sin nada:
melenas, grito ardiente, cosmos,
más que cosmillos.